La tendencia humana a priorizar lo visible y tangible sobre lo intangible nos lleva a menudo a descuidar nuestra salud mental. Nos conmueve profundamente la imagen de alguien sufriendo físicamente, la fragilidad de un cuerpo enfermo o herido nos impacta de manera inmediata. Este sufrimiento es "justificable" porque lo vemos, lo palpamos, es una realidad innegable.
En contraste, el dolor emocional, la ansiedad que nos consume, la tristeza persistente, son experiencias invisibles a los ojos de los demás. Y cuando nos atrevemos a expresarlas, a menudo nos encontramos con juicios y etiquetas que nos hacen sentir débiles o inadecuados. La sociedad nos ha enseñado que debemos ser fuertes, autosuficientes, capaces de manejarlo todo solos. Y así, nos encerramos en un silencio que nos aísla y nos impide buscar la ayuda que necesitamos.
El cuidado de la salud mental, al igual que el cuidado de la salud física, debería ser un cuidado constante y permanente. No se trata simplemente de estar "bien" o "mal", sino de un equilibrio delicado que puede verse afectado por múltiples factores: estrés, pérdidas, traumas, conflictos internos, entre otros. Y al igual que una pequeña herida puede infectarse y complicarse si no se trata, las emociones desbordantes, si se mantienen en el tiempo, pueden desencadenar trastornos mentales que afectan profundamente nuestra calidad de vida.
El mal humor constante, el aislamiento social, el llenarse de actividades, la falta de energía, la sensación de no tener salida, el comer sin apetito o comer sin control, el insomnio... estos son solo algunos ejemplos de cómo el sufrimiento emocional puede manifestarse. Y si estas condiciones persisten, pueden tener un impacto devastador en nuestra salud física, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, problemas digestivos, trastornos del sueño y un sinfín de dolencias. Además, pueden conducir al desarrollo de trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad y la depresión.
El miedo a ser juzgados, etiquetados o discriminados nos frena. La idea de que buscar ayuda es un signo de debilidad está profundamente arraigada en nuestra cultura y el desconocer los signos y síntomas de los trastornos mentales, o no saben dónde acudir para recibir ayuda pueden ser algunas de los muros que nos impiden buscar ayuda y cuidar de nuestra salud mental.
El primer paso es romper con el estigma y comprender que buscar ayuda es un acto de valentía y amor propio. Cuidar de nuestra salud mental es tan importante como cuidar de nuestra salud física. Así como acudimos al médico cuando nos sentimos mal físicamente, debemos acudir a un profesional de la salud mental cuando experimentamos dificultades emocionales.
No esperemos a que la situación se vuelva insostenible. Si nos sentimos desbordados, ansiosos, tristes o atrapados en patrones de pensamiento negativos, busquemos ayuda. Hay profesionales capacitados y recursos disponibles para acompañarnos en este camino.
Recuerda, “ESTO NO SOLO TE PASA A TI”. Todos pasamos por momentos difíciles, y buscar apoyo es una muestra de fortaleza, no de debilidad. Cuidar de nuestra salud mental es un regalo que nos damos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. No dudes en dar el primer paso hacia una vida más plena y saludable.